Han pasado 2 horas y 30 minutos desde que aterricé en el A319 de nombre “Bisón Europeo”. A día de hoy el avión más nuevo de Iberia, y no me refiero a moderno, me refiero al último que compraron. No es que tenga yo contactos en Iberia, es simplemente que a la entrada me fijé que había una ardilla pintada en la puerta y luego leí en la revista de la compañía que el último avión adquirido era un A319 que le habían dedicado al bisón europeo, que es el segundo mamífero con más peligro de extinción en España.
Nunca había pasado la experiencia de viajar solo, pero tal como suponía, puedo afirmar que es aburrido, bueno, dejémoslo en menos divertido que hacerlo acompañado. Si bien los momentos clave: facturar, buscar la puerta, despegar, aterrizar... No eres consciente de que vas solo, los tiempos de espera se hacen larguísimos. Además, comer solo, rodeado de familias, parejas, amigos... beeeeh.
El vuelo de Vigo a Madrid fue bastante agradable, pero sobre todo rápido. Treinta y muy pocos minutos en el aire. Nunca había viajado en un avión tan pequeño y resulto una buena experiencia ver cómo hacía peripecias aéreas que no suelen verse en los pocos aviones en los que suelo ir yo, donde el vuelo suele ser muy suave y muy calculado.
Aunque ya había viajado con Iberia, la verdad es que me había olvidado totalmente de lo que son las compañías no Low Cost (¡maldito Ryan Air!). En el aeropuerto de Vigo, el más pequeño en el que he estado hasta ahora, había tres mostradores abiertos. Tiempo de espera 0 minutos. Puedes llevar hasta 21Kg de maleta; la mía, cargada hasta los topes, pesó 16,8Kg. Además, puedes llevar otra maleta de mano (otros 10Kg) y por si no tuvieses aún suficiente espacio: un bolso, un portátil, una cámara de fotos y un maletín. Yo llevo todo metido en mi mochila del portátil. Lo mejor es que nisiquiera te lo miran. Volar sin preocupaciones es muy sano.
El avión, como acabo de decir era del trinque, los autobuses eran un poco de bus urbano, pero bastante cómodo aún así. En mi fila íbamos dos personas, una en cada ventanilla. El ambiente era curioso, se veía desde muy lejos que yo no debería estar allí. Todos eran empresarios quitando a unos cuantos ancianos que tenían pinta de ir de vacaciones. Como el siguiente vuelo también lo compré en Iberia no tengo que preocuparme por mi maleta, ella sola llegará a Praga sin que yo tenga que arrastrarla Barajas para arriba, Barajas para abajo.
Como cuando llegué todavía no tenía hambre me fui de exploración. Primero me fui al fondo de la Terminal, a hacer algo que la última vez que estuve aquí, con mi ex, no pude hacer. Con mi mochila a cuestas y cámara en mano me fui al fondo simplemente para mirar hacia el otro lado con cara de asombrado y decir: ¡Joder! ¡Qué grande esto!
Después, cuando ya la necesidad de manducar se empezaba a hacer apreciable decidí buscarme un sitio para comer, así que perseguí a unos tíos con pinta de controlarse el aeropuerto. Eran empresarios que iban juntos, pero hablando cada uno por su manos libres. Después de unos minutos llegamos al Mc Donalds. Me di la vuelta y me fui a buscar algo mejor y menos agresivo con el estómago. Encontré un chiringo en el que vendían unos sandwiches vegetales cojonudos por 5€ y allí me senté yo solo al lado de una familia de franchutes.
Al terminar de comer me di cuenta de que tenía por delante tres largas horas de espera sin nada que hacer. Así que me fui a dar un garbeo por los chiringuitos, que aquí podrían llamarse tranquilamente “centro comercial”. En serio, esta terminal es inmensa, se hace incluso cansina de lo grande que es, parece que nunca llegas a ningún sitio.
Esto os va a gustar.
Fiel a mi costumbre adquirida el pasado verano de hacer de vientre siempre que haya condiciones favorables si estoy de viaje, me fui sanamente a cagar. Busqué uno de los baños menos concurridos y vacié allí el intestino grueso hasta que sentí el colon bien limpio. Es más, hasta me eché una partida en el móvil.
Después, sin saber ya mucho más que hacer, decidí venirme a tomar un café, sacar el portátil y sentarme a escribir algo. Así que me vine a dar un capricho al caffriccio. Me pedí un capuccino (1.85€) y no dejé propina porque la tía me pareció borde. Luego me sentí mal porque me miró con el mayor desprecio que me han mirado en mi vida cuando retiraba los míseros 15ctms de euro del platito este plateado.
Puntuación del café: presentación 10, precio antes de ver la cantidad real 7, precio después de ver la cantidad de café 2.
Eso que veis en la foto contenía el mismo café que cabe en un vaso de chupito pequeño.
Pero mira tú, entre palabra y palabra me han dado las 17.15, en una hora estaré camino de Praga (otra vez) y ya me han confirmado desde allá que dos Staropramen me esperan en la nevera.
Me voy a Praga... ¡Un saludo!




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